El primero de octubre del 2017 fuimos testigos de
unos hechos ejemplares y transcendentales. Diversas unidades de la Guardia
Civil y de la Policía Nacional cumplieron y ejecutaron determinadas órdenes
judiciales y dieron una lección cívica que, como indicamos en el título, merece
un homenaje. Teniendo en cuenta el contenido de su misión, defendieron efectivamente el orden constitucional y democrático y la
igualdad de todos los españoles. En resumen, tres razones justifican este
agradecimiento público.
En
primer lugar, la extraordinaria
dificultad de la operación. No era sencillo ejecutarla en medio de la
abstención, la pasividad e incluso la pura ausencia de las fuerzas de seguridad
autonómicas, que eran la policía de proximidad. No era fácil la misión cuando
se trataba de colegios públicos y privados ocupados ilegalmente, con llaves
distribuidas con total arbitrariedad. No caeremos en la alusión -quizá
demagógica- a los niños como escudos, pero sí que debemos subrayar el carácter
modélico y contenido de un dispositivo tan amplio como el que se puso en pie.
Los accidentes puntuales no enturbian la global profesionalidad del operativo.
Era, además, un objetivo complicado, porque venía precedido de decisiones de
connivencia, desorientación y precipitación, además de previsiones lamentables
(el maldito Piolín, por ejemplo). Fue
durísimo, en fin, gestionar las provocaciones y las falsedades, que van
saliendo a la luz una vez las mentiras, las medias verdades y los juegos de
manos llegan a la opinión pública.
Pero no
era sólo la dificultad. Necesitamos un homenaje por los efectos conseguidos. Al
final, tristemente, sólo la actuación
policial sacó a la luz el gran fake,
el ridículo engaño del pseudoreferéndum. Sólo la actuación policial evitó
que, por primera vez en Europa después de la segunda guerra mundial, se le
quisieran dar aires de legitimidad a un simple y tosco pucherazo. Sólo la
actuación policial puso sobre la mesa el masivo robo de los datos de nombre y
domicilio de los ciudadanos. Seguramente, se podía haber evitado antes aquel
momento dramático, pero el uno de octubre el sistema democrático estaba en
manos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional.
Fue
una actuación difícil. Fue una actuación eficaz. Y fue, además, un ejemplo
histórico. Era, sencillamente, la vieja regla del cumplimiento del deber, de la
respuesta proporcionada ante la
insurrección y, en definitiva, la asunción de la tarea más ingrata en una
época de paliativos y de mirar para otro lado.
Por
todo ello, queremos un homenaje para las
personas concretas que integraron las unidades de la Guardia Civil y de la
Policía Nacional el uno de octubre del 2017. Pero no un homenaje encerrado
en los cuarteles y en las comisarías, sino una acogida popular y entusiasta.
Con el respeto debido, evidentemente, a la neutralidad de los funcionarios
policiales, pero sin limitarse a un papelito protocolario. Un homenaje cálido y
afectuoso a los que, aquel día, fueron los
primeros servidores del Estado democrático.
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